Aunque abril ya quedo atrás,
ese mes tuve la dicha de volver a lo que fue el pueblo de Potosí –municipio Uribante,
estado Táchira- pues la presa la honda bajo sus niveles de una manera
inexplicable y más aún cuando por estos lados parece que nos dejaron sin techo,
pues los aguaceros son agua y más agua, en todo momento.
Hace poco diseñaba y buscaba
la forma de representar varias leyendas o mitos propios de acá en mis ratos
libres, con el fin de que fuese entretenido para los que me leen, pero
sobre todo, para atrapar a los pequeños lectores, y así, lograr que muchos de
estos mitos no se queden en el olvido. Así que, una tarde cualquiera en las
penumbras de los apagones que supuestamente eran causados por el bajo nivel del
embalse, mi madre Flor Jaimes, oriunda de Potosí, relataba historias de su
querido y extinto pueblo.
Una de esas historias era
acerca de los famosos entierros o caza de botijas. Resulta que Potosí tenía una
riqueza en sus tierras, la agricultura y la ganadería eran las actividades que
sustentaban la economía de los potosinos, de esta manera, los dueños de grandes
tierras se hacían de grandes fortunas. Como
en ese entonces en este valle entre montañas, los bancos aun no llegaban y aun
no se sabía que el pueblo seria inundado, solían guardar el dinero en frascos
de mayonesa o en pimpinas de vidrio de varios litros, y las enterraban varios
metros bajo tierra, no sin antes dejar una especie de premisa, penitencia o maldición
sobre ella, para que él que se la encontrase, le costase o no pudiese hacerse
con esta riqueza.
Cuando las personas responsables de esto mueren, quedan en pena por esta razón. Varios sucesos ocurrieron en esa época relacionados con estos famosos entierros, uno de los mas conocidos, y que mi madre más nos cuenta, es lo ocurrido en Jericó, se sabía que allí había un gran entierro, pero para sacar esto la persona debía comerse un kilo de popo de perro para disfrutar de la gran riqueza, cosa que no sucedería, pues el que lo hiciese no la disfrutaría del todo. Un día cualquiera, don Patricio en tono burlesco allí, dijo que si el alma le permitía sacar el entierro sin comerse ese kilo de popo, él lo sacaría de pena para que disfrutara de la gloria del cielo, en ese instante un ventarrón ocurrió, que casi intenta llevárselo, el comenzó a orar y regreso a su hogar. Así como este caso, ocurrieron muchos y sería muy extenso el texto, si cuento uno por uno.
El conocer acerca de un entierro, tiene varias aristas, ya que, muchos de ellos son revelados a través de los sueños por medio de los responsables, los cuales claman que sean liberados para así poder descansar en paz, ellos dan instrucciones del sitio donde buscar. Otros son encontrados por suerte, o porque a alguien se le ocurrió indagar y buscarlo un viernes santo, pues entre las creencias esta que este día, es el oportuno para hacerse con una riqueza. En esta caza de botijas, el silencio debe prevalecer, nunca deben existir los malos pensamientos de los acompañantes o del que se le ha asignado la tarea de sacar el entierro, esto hace que la botija se pierda para siempre, o que la fortuna se convierta en piedra, o en polvo.
Hoy en día, es incierto si aún
existen o no estos entierros en Potosí, algunos suelen manifestar que han avistado lucecitas en altas horas de la noche, sin embargo, en 38 años las aguas han revuelto
todo un poco, aunque, son muchos que simplemente tienen suerte y se
hacen de tal fortuna en algunos sitios.
En la caza de botijas, se usa
una aguja características que a través de movimientos oscilatorios o circulares señala el lugar exacto donde está la botija, un cuchillo con una cruz también
es importante, pues el entierro tiende a escaparse hacia las aguas, por tanto
clavar este cerca lo impide.
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Aguja usada para cazar botijas o entierros. |
Así entre estas historias se ha creado “un tesoro en Potosí”, un cuento basado en hechos reales con alguna que otra ficción para darle un poco de intriga.